miércoles, 23 de enero de 2013


Evangelio según San Marcos 3,1-6
Comentario por: David Quiroa

“Apenado por la dureza de sus corazones” 

Cuando uno lo piensa bien, Dios no nos pide mucho. Apenas “hacer el bien”.  Y uno puede creer que es algo muy difícil, pero no.  Son pequeñas cosas, como curar una mano o llevar a beber a un asno (Lc 13,15), las cosas buenas que todos podemos hacer sin enormes sacrificios.

Lo que le duele al Señor es que nosotros, por mantener un estatus, por mala costumbre o por simple dureza de corazón, insistamos en hacer cosas malas, o peor aún, queramos impedir que alguien más haga cosas buenas.

La salvación no está tan lejos. Bastaba que uno de todos aquéllos fariseos dijera “bueno, cúralo y sigamos con nuestra vida” y Jesús se habría puesto feliz.

El ejemplo de hoy: San Ildefonso. Se adelantó a su tiempo perfilando los dogmas marianos y enseñando el Evangelio adaptado a las circunstancias de la vida de su época.
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Evangelio según San Marcos 3,1-6

Jesús entró nuevamente en la sinagoga, y había allí un hombre que tenía una mano paralizada. 

Los fariseos observaban atentamente a Jesús para ver si lo curaba en sábado, con el fin de acusarlo.

Jesús dijo al hombre de la mano paralizada: “Ven y colócate aquí delante”.

Y les dijo: “¿Está permitido en sábado hacer el bien o el mal, salvar una vida o perderla?”. Pero ellos callaron.

Entonces, dirigiendo sobre ellos una mirada llena de indignación y apenado por la dureza de sus corazones, dijo al hombre: “Extiende tu mano”.  El la extendió y su mano quedó curada.

Los fariseos salieron y se confabularon con los herodianos para buscar la forma de acabar con él.

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