Evangelio
según San Lucas 1,1-4.4,14-21
Comentario por: David Quiroa
“La solidez
de las enseñanzas”
Dios nunca
se contradice. Jesús nos muestra de manera directa la forma correcta de leer la
Biblia: contrastando un pasaje con otro, viendo cómo todo tiene relación.
Por
supuesto, aunque la Biblia sea infalible, los escritores bíblicos son humanos y
escriben desde su punto de vista. Hay que pasar por alto pequeños errores,
fruto de la subjetividad o del excesivo entusiasmo del escritor.
Porque las
cosas importantes siempre permanecen: hay que obedecer los mandamientos, Dios
es amor, Jesús es su Hijo, que murió y
resucitó por el perdón de nuestros pecados. Todo gira en torno a unas pocas
verdades que nunca cambian.
El ejemplo
de hoy: Santa Ángela Merici.
Dedicada en su propio pueblo a la enseñanza del catecismo, formó la primera
congregación de mujeres maestras, las
ursulinas. Algunos de sus sistemas de enseñanza siguen vigentes 500 años más
tarde.
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Evangelio
según San Lucas 1,1-4.4,14-21
Muchos han
tratado de relatar ordenadamente los acontecimientos que se cumplieron entre
nosotros, tal como fueron transmitidos por aquellos que han sido desde el
comienzo testigos oculares y servidores de la Palabra. Por eso, después de informarme cuidadosamente de todo desde los orígenes,
yo también he decidido escribir para ti, excelentísimo Teófilo, un relato
ordenado, a fin de que conozcas bien la solidez de las enseñanzas que has
recibido.
Jesús
volvió de Galilea con el poder del Espíritu y su fama se extendió en toda la
región. Enseñaba en las sinagogas y todos lo alababan. Jesús fue a Nazaret,
donde se había criado; el sábado entró como de costumbre en la sinagoga y se
levantó para hacer la lectura.
Le
presentaron el libro del profeta Isaías y, abriéndolo, encontró el pasaje donde
estaba escrito: El espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado
por la unción. El me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la
liberación de los cautivos, a dar libertad a los oprimidos y proclamar el año
de gracia del Señor.
Jesús cerró
el Libro, lo devolvió al ayudante y se sentó. Todos en la sinagoga tenían los
ojos fijos en él. Entonces comenzó a
decirles: “Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír”.
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