Evangelio según San Lucas 1,46-56
Comentario por: David Quiroa
“Miró con bondad la pequeñez”
Dios es inmenso, tan grande que cubre
todo el Universo y más allá de todo lo conocido. Y se fija en la más pequeña de
todas las criaturas, escucha sus
oraciones y le manda a su propio Hijo -viene
Él mismo- para que no sufra la muerte eterna.
Es imposible para nosotros entender la
grandeza de este acto: Dios, ocupado en mantener el balance de todos los soles
y planetas del Universo, se preocupa de nuestros problemitas y los asume como
suyos, está dispuesto a vivir y morir para que nosotros vivamos y no muramos.
¿Qué mayor felicidad podemos esperar
que esa?
El ejemplo de hoy: Santa
Cabrini. Huérfana y demasiado enferma para ser monja, se dedicó a atender a los
inmigrantes, llegando a formar treinta fundaciones en ocho países, desde
Chicago hasta Argentina.
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Evangelio según San Lucas 1,46-56
María dijo entonces: “Mi alma canta la
grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador, porque el miró con
bondad la pequeñez de su servidora. En adelante todas las naciones me llamarán
feliz, porque el Todopoderoso ha hecho
en mí grandes cosas: ¡su Nombre es santo!
Su misericordia se extiende de
generación en generación sobre aquellos que le temen. Desplegó la fuerza de su
brazo, dispersó a los soberbios de corazón. Derribó a los poderosos de su trono
y elevó a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los
ricos con las manos vacías.
Socorrió a Israel, su servidor,
acordándose de su misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, en
favor de Abraham y de su descendencia para siempre”.
María permaneció con Isabel unos tres
meses y luego regresó a su casa.
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