miércoles, 7 de noviembre de 2012


Evangelio según San Lucas 14,25-33. 
Comentario por: David Quiroa

“Cualquiera de ustedes que no renuncie a todo,
no puede ser mi discípulo”
                                                                                              
Aquí pareciera haber un conflicto: Dios nos ordena honrar a nuestros padres y Jesús quiere que  los dejemos. Jesús nos ordena amar al prójimo 
y luego dice que si no lo amamos más a El, no podemos seguirlo.

Pero Dios no se contradice. Entonces,  ¿que quiere decir esto?  Que existe en la vida  un bien supremo que es amar a Dios.  Amamos  a Dios en la persona de Cristo, su forma visible,  comprensible, palpable.  Y es a través de la renuncia  a todo y el  amor a Cristo como realmente  podemos amar a nuestros semejantes, a nuestros  padres, hermanos, esposa e hijos.

Hacerlo al revés no tiene sentido. Amar a la esposa y a través de ella al resto del mundo es imposible. Pero amar a Dios y a través de El amar al mundo  es fácil. Haga la prueba: renuncie mentalmente  a la persona que más ama, y en lugar de esa persona  ponga a Cristo. Luego, a través de Cristo, vuelva a recordar a esa persona, y vera que su amor se multiplicó por miles.

El ejemplo de hoy: Beato Francisco Palau. Sufrió persecución por causa de la fe hace menos de 200 años, y aún así siguió amando a todos y haciendo  el bien.

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Evangelio según San Lucas 14,25-33. 

Junto con Jesús iba un gran gentío, y él, dándose vuelta, les dijo:

“Cualquiera que venga a mí y no me ame más que a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta a su propia vida, no puede ser mi discípulo. El que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo. 

¿Quién de ustedes, si quiere edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, para ver si tiene con qué terminarla? No sea que una vez puestos los cimientos, no pueda acabar y todos los que lo vean se rían de él, diciendo: ’Este comenzó a edificar y no pudo terminar’. 
¿Y qué rey, cuando sale en campaña contra otro, no se sienta antes a considerar si con diez mil hombres puede enfrentar al que viene contra él con veinte mil? Por el contrario, mientras el otro rey está todavía lejos, envía una embajada para negociar la paz.

De la misma manera, cualquiera de ustedes que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo. 

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