Evangelio según
San Lucas 14,25-33.
Comentario por: David Quiroa
Comentario por: David Quiroa
“Cualquiera de ustedes que no renuncie a todo,
no puede ser mi discípulo”
Aquí
pareciera haber un conflicto: Dios nos ordena honrar a nuestros padres y
Jesús quiere que los dejemos. Jesús nos ordena amar al prójimo
y luego dice
que si no lo amamos más a El, no podemos seguirlo.
Pero Dios no se contradice. Entonces, ¿que quiere decir esto? Que existe en la vida un bien supremo que es amar a Dios. Amamos a Dios en la persona de Cristo, su forma visible, comprensible, palpable. Y es a través de la renuncia a todo y el amor a Cristo como realmente podemos amar a nuestros semejantes, a nuestros padres, hermanos, esposa e hijos.
Hacerlo al revés no tiene sentido. Amar a la esposa y a través de ella al resto del mundo es imposible. Pero amar a Dios y a través de El amar al mundo es fácil. Haga la prueba: renuncie mentalmente a la persona que más ama, y en lugar de esa persona ponga a Cristo. Luego, a través de Cristo, vuelva a recordar a esa persona, y vera que su amor se multiplicó por miles.
Pero Dios no se contradice. Entonces, ¿que quiere decir esto? Que existe en la vida un bien supremo que es amar a Dios. Amamos a Dios en la persona de Cristo, su forma visible, comprensible, palpable. Y es a través de la renuncia a todo y el amor a Cristo como realmente podemos amar a nuestros semejantes, a nuestros padres, hermanos, esposa e hijos.
Hacerlo al revés no tiene sentido. Amar a la esposa y a través de ella al resto del mundo es imposible. Pero amar a Dios y a través de El amar al mundo es fácil. Haga la prueba: renuncie mentalmente a la persona que más ama, y en lugar de esa persona ponga a Cristo. Luego, a través de Cristo, vuelva a recordar a esa persona, y vera que su amor se multiplicó por miles.
El ejemplo de hoy: Beato Francisco Palau. Sufrió persecución por causa de la fe hace menos de 200 años, y aún
así siguió amando a todos y haciendo el bien.
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Evangelio
según San Lucas 14,25-33.
Junto con Jesús iba un gran gentío, y él, dándose vuelta, les dijo:
“Cualquiera que venga a mí y no me ame
más que a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y
hermanas, y hasta a su propia vida, no puede ser mi discípulo. El que no
carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo.
¿Quién de ustedes, si quiere edificar
una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, para ver si tiene con
qué terminarla? No sea que una vez puestos los cimientos, no pueda acabar
y todos los que lo vean se rían de él, diciendo: ’Este comenzó a edificar
y no pudo terminar’.
¿Y qué rey, cuando sale en campaña
contra otro, no se sienta antes a considerar si con diez mil hombres puede
enfrentar al que viene contra él con veinte mil? Por el contrario,
mientras el otro rey está todavía lejos, envía una embajada para negociar la
paz.
De la misma manera, cualquiera de
ustedes que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo.
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