domingo, 18 de noviembre de 2012


Evangelio según San Marcos 13,24-32.
Comentario por: David Quiroa

“Ese día y hora nadie los conoce” 

A usted que no le vengan con el cuento del 21 de diciembre ni del 14 de febrero del 2014.  Si ni Jesús lo sabe, menos algún loco interpretando estelas mayas.

Pero que tampoco lo agarre por sorpresa. Si todo el tiempo estamos pidiendo el regreso del Rey, que no nos extrañe si de pronto nos hace caso. Como en todo, el asunto es estar preparado. ¿Y cómo nos preparamos? Haciendo la voluntad de Dios y cumpliendo Sus mandamientos.

Nada de refugios subterráneos ni candelas benditas: el día que el Señor venga, o que decida llamarnos a Su presencia, lo que va a juzgar es eso, no si le sonamos ollas al eclipse de Luna.

El ejemplo de hoy: Santa Rosa Filipina. Enviada a misión a Norteamérica, fue inspiración para muchos y conocida como “la mujer que siempre reza”.
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Evangelio según San Marcos 13,24-32.

En ese tiempo, después de esta tribulación, el sol se oscurecerá, la luna dejará de brillar, las estrellas caerán del cielo y los astros se conmoverán. Y se verá al Hijo del hombre venir sobre las nubes, lleno de poder y de gloria.

Y él enviará a los ángeles para que congreguen a sus elegidos desde los cuatro puntos cardinales, de un extremo al otro del horizonte.

Aprendan esta comparación, tomada de la higuera: cuando sus ramas se hacen flexibles y brotan las hojas, ustedes se dan cuenta de que se acerca el verano.  Así también, cuando vean que suceden todas estas cosas, sepan que el fin está cerca, a la puerta.

Les aseguro que no pasará esta generación, sin que suceda todo esto. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. En cuanto a ese día y a la hora, nadie los conoce, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, nadie sino el Padre.

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