Evangelio según San Marcos 13,24-32.
Comentario por: David Quiroa
“Ese día y hora nadie los conoce”
A usted que no le vengan con el
cuento del 21 de diciembre ni del 14 de febrero del 2014. Si ni Jesús lo sabe, menos algún loco
interpretando estelas mayas.
Pero que tampoco lo agarre por
sorpresa. Si todo el tiempo estamos pidiendo el regreso del Rey, que no nos
extrañe si de pronto nos hace caso. Como en todo, el asunto es estar preparado.
¿Y cómo nos preparamos? Haciendo la voluntad de Dios y cumpliendo Sus
mandamientos.
Nada de refugios subterráneos ni
candelas benditas: el día que el Señor venga, o que decida llamarnos a Su
presencia, lo que va a juzgar es eso, no si le sonamos ollas al eclipse de
Luna.
El ejemplo de hoy: Santa Rosa Filipina. Enviada a
misión a Norteamérica, fue inspiración para muchos y conocida como “la mujer
que siempre reza”.
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Evangelio según San Marcos
13,24-32.
En ese tiempo, después de esta
tribulación, el sol se oscurecerá, la luna dejará de brillar, las estrellas
caerán del cielo y los astros se conmoverán. Y se verá al Hijo del hombre venir
sobre las nubes, lleno de poder y de gloria.
Y él enviará a los ángeles para que
congreguen a sus elegidos desde los cuatro puntos cardinales, de un extremo al
otro del horizonte.
Aprendan esta comparación, tomada de
la higuera: cuando sus ramas se hacen flexibles y brotan las hojas, ustedes se
dan cuenta de que se acerca el verano. Así
también, cuando vean que suceden todas estas cosas, sepan que el fin está
cerca, a la puerta.
Les aseguro que no pasará esta
generación, sin que suceda todo esto. El cielo y la tierra pasarán, pero mis
palabras no pasarán. En cuanto a ese día y a la hora, nadie los conoce, ni los
ángeles del cielo, ni el Hijo, nadie sino el Padre.
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