jueves, 23 de agosto de 2012


Evangelio según San Mateo 22,1-14. 

Comentario por: David Quiroa

“Muchos son llamados”

Jesús nos describe el proceso que utiliza para llevar personas a Su presencia.

Primero está el llamado especial, dirigido a sus amigos especiales. Luego el llamado universal, dirigido “a buenos y malos”. Y finalmente, la selección de los que son dignos de estar en Su presencia y el rechazo de los que no lo son.

La respuesta de nosotros puede ser como la de los primeros, que prefirieron dedicarse a lo suyo o rechazar de plano la llamada.  Como la de los  segundos, que ven la oportunidad y la aprovechan, o como la de los terceros, que viendo la oportunidad no se preparan adecuadamente y son rechazados.

La mayoría de nosotros somos como los segundos, que recibimos la llamada universal: Dios nos quiere con Él, sólo nos pide que hagamos nuestro mejor esfuerzo por ser dignos de su llamada.  Cuando los sirvientes fueron a invitar a los cruces de los caminos no podían pretender que todos fueran vestidos de fiesta, pero sí que cada quien se pusiera lo mejor que tuviera para ir con el Señor. A nosotros, Dios nos pide hacer nuestro mejor esfuerzo y sólo rechaza a los que no ponen de su parte para estar con Él.

El ejemplo de hoy: Santa Rosa de Lima, primera  santa de América. Al sentir el llamado del Señor, se recluye a sí misma, rechaza todo lo mundano y dedica su vida al servicio de Dios y los pobres.

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Evangelio según San Mateo 22,1-14. 

Jesús les habló otra vez en parábolas, diciendo: 
“El Reino de los Cielos se parece a un rey que celebraba las bodas de su hijo. Envió entonces a sus servidores para avisar a los invitados, pero estos se negaron a ir. De nuevo envió a otros servidores con el encargo de decir a los invitados: ‘Mi banquete está preparado; ya han sido matados mis terneros y mis mejores animales, y todo está a punto: Vengan a las bodas’.
Pero ellos no tuvieron en cuenta la invitación, y se fueron, uno a su campo, otro a su negocio;  y los demás se apoderaron de los servidores, los maltrataron y los mataron.

Al enterarse, el rey se indignó y envió a sus tropas para que acabaran con aquellos homicidas e incendiaran su ciudad. Luego dijo a sus servidores: ‘El banquete nupcial está preparado, pero los invitados no eran dignos de él.
Salgan a los cruces de los caminos e inviten a todos los que encuentren’.
Los servidores salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, buenos y malos, y la sala nupcial se llenó de convidados.

Cuando el rey entró para ver a los comensales, encontró a un hombre que no tenía el traje de fiesta. ‘Amigo, le dijo, ¿cómo has entrado aquí sin el traje de fiesta?’. El otro permaneció en silencio.  Entonces el rey dijo a los guardias: ‘Atenlo de pies y manos, y arrójenlo afuera, a las tinieblas. Allí habrá llanto y rechinar de dientes’. Porque muchos son llamados, pero pocos son elegidos”. 

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