Evangelio según San Mateo 20,1-16a.
Comentario por: David Quiroa
“Quiero dar
al último lo mismo que a ti”
Hoy hace 8 días, celebrábamos la
Asunción de María: La madre de Jesús sube al cielo en cuerpo y alma por el
poder del Señor y el por inmenso amor que Él le tiene.
Exactamente el mismo trato nos ofrece
Dios a nosotros: Que algún día resucitaremos en cuerpo y alma, para
reunirnos con Él en Su Reino.
De eso habla hoy el Evangelio: Aunque
la Santísima Virgen nos precedió en este viaje, aunque ella tuvo que soportar el dolor de ver morir a Su hijo,
aunque ella lleva 20 siglos reinando y
acompañándonos en nuestra jornada, Dios quiere pagarnos a nosotros, indignos
pecadores, con la misma moneda: “Si somos constantes reinaremos
con Él”, (2 Tim,2-12) ¡Qué grande es Su amor!
El ejemplo de hoy: Santísima Virgen María, Reina. La madre del Rey, es
Reina. Y nosotros, hijos e hijas suyos, somos príncipes y
princesas, herederos de Su Reino, no por nuestros méritos, sino por el
amor del Padre.
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Evangelio según San Mateo 20,1-16a.
Porque el Reino de los Cielos se
parece a un propietario que salió muy de madrugada a contratar obreros para
trabajar en su viña. Trató con ellos un denario por día y los envió a su
viña.
Volvió a salir a media mañana y,
al ver a otros desocupados en la plaza, les dijo: ‘Vayan ustedes también
a mi viña y les pagaré lo que sea justo’. Y ellos fueron.
Volvió a salir al mediodía y a
media tarde, e hizo lo mismo.
Al caer la tarde salió de nuevo y,
encontrando todavía a otros, les dijo: ‘¿Cómo se han quedado todo el día aquí,
sin hacer nada?’. Ellos les respondieron: ‘Nadie nos ha contratado’.
Entonces les dijo: ‘Vayan también ustedes a mi viña’.
Al terminar el día, el propietario
llamó a su mayordomo y le dijo: ‘Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando
por los últimos y terminando por los primeros’.
Fueron entonces los que habían
llegado al caer la tarde y recibieron cads uno un denario. Llegaron
después los primeros, creyendo que iban a recibir algo más, pero recibieron
igualmente un denario. Y al recibirlo, protestaban contra el propietario, diciendo:
‘Estos últimos trabajaron nada más que una hora, y tú les das lo mismo que a
nosotros, que hemos soportado el peso del trabajo y el calor durante toda la
jornada’.
El propietario respondió a uno de
ellos: ‘Amigo, no soy injusto contigo, ¿acaso no habíamos tratado en un
denario? Toma lo que es tuyo y vete. Quiero dar a este que llega último
lo mismo que a ti. ¿No tengo derecho a disponer de mis bienes como me
parece? ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?’.
Así, los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos”.
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