Evangelio según San Lucas 10,21-24.
Comentario por David Quiroa
“A quién el Hijo se lo quiera revelar”
Hay en el mundo muchas personas que
presumen de su fe. Se sienten privilegiados por creer en Dios, lo cual está muy
bien, pero creen que otros son inferiores por no compartir esa creencia, lo
cual está muy mal.
La fe no es un mérito nuestro, sino
una gracia de Dios. Es Él quien decide quién puede conocerlo y quién no. Los que creemos debemos aceptar esa gracia
con humildad, porque no la merecemos. Si sabemos de alguien que no cree,
podemos pedirle a Dios que se le revele; pero no podemos despreciarlo por algo
que está fuera de su alcance.
La gracia de la fe ilumina nuestra
vida de una forma que los no creyentes no pueden comprender. No es su culpa, sólo es una circunstancia a
la que están sometidos sin mediar su voluntad.
Hoy recordamos a la Beata
Clementina Nengapeta: Nació en el seno de una familia que practicaba una religión tradicional
africana, pero fue bautizada católica.
Siguió su vocación religiosa y murió martirizada, perdonando a su
verdugo igual que hizo el Señor.
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Evangelio según San Lucas 10,21-24.
En aquel momento Jesús se estremeció
de gozo, movido por el Espíritu Santo, y dijo:
“Te alabo, Padre, Señor del cielo y
de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y
haberlas revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido.
Todo me ha sido dado por mi Padre, y
nadie sabe quién es el Hijo, sino el Padre, como nadie sabe quién es el Padre,
sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar”.
Después, volviéndose hacia sus
discípulos, Jesús les dijo a ellos solos: “¡Felices los ojos que ven lo que
ustedes ven!
¡Les aseguro que muchos profetas y
reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, oír lo que ustedes oyen
y no lo oyeron!”.
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