jueves, 3 de septiembre de 2015

“Si tú lo dices, echaré las redes” (Lc 5,1-11.)

Evangelio según San Lucas 5,1-11.  
Comentario por David Quiroa

“Si tú lo dices, echaré las redes” 

Yo le llamo a esto “el triunfo de la esperanza sobre la experiencia”. La experiencia nos dice que ya intentamos todo y nada funcionó. No hay comida, no hay trabajo, todos los políticos son corruptos, jamás me voy a librar de este pecado.

Pero Jesús dice “prueba una vez más”.  Y Jesús tiene razón.  Como todos los que saben de estadística comprenden, los resultados al azar de antes no aseguran un resultado futuro. ¿Siempre ha ganado el candidato que quedó en segundo lugar en la elección pasada? A lo mejor esta vez no le toca.

No importa cuántos años nos hayamos pasado tratando de resolver ese problema que parece imposible, la esperanza nos dice que hay que probar una vez más. Aunque no hayamos pescado nada toda la noche, a lo mejor en la madrugada sobra hasta para los vecinos.

El ejemplo de hoy, San Gregorio Magno, Papa: Sus gestos nos resultarían familiares hoy: convirtió su palacio en monasterio para vivir una vida sencilla, renovó la liturgia, fomentó las devociones populares, obtuvo la conversión de Inglaterra. Se le conoce por el “canto gregoriano”.

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Evangelio según San Lucas 5,1-11.

En una oportunidad, la multitud se amontonaba alrededor de Jesús para escuchar la Palabra de Dios, y él estaba de pie a la orilla del lago de Genesaret.

Desde allí vio dos barcas junto a la orilla del lago; los pescadores habían bajado y estaban limpiando las redes.

Jesús subió a una de las barcas, que era de Simón, y le pidió que se apartara un poco de la orilla; después se sentó, y enseñaba a la multitud desde la barca.

Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: “Navega mar adentro, y echen las redes”.

Simón le respondió: “Maestro, hemos trabajado la noche entera y no hemos sacado nada, pero si tú lo dices, echaré las redes”.

Así lo hicieron, y sacaron tal cantidad de peces, que las redes estaban a punto de romperse. Entonces hicieron señas a los compañeros de la otra barca para que fueran a ayudarlos. Ellos acudieron, y llenaron tanto las dos barcas, que casi se hundían.

Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús y le dijo: “Aléjate de mí, Señor, porque soy un pecador”.

El temor se había apoderado de él y de los que lo acompañaban, por la cantidad de peces que habían recogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, compañeros de Simón.

Pero Jesús dijo a Simón: “No temas, de ahora en adelante serás pescador de hombres”.


Ellos atracaron las barcas a la orilla y, abandonándolo todo, lo siguieron.

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