Evangelio según San Lucas 6,43-49.
Comentario por David Quiroa
“No hay árbol malo que dé frutos
buenos”
A veces uno se cuestiona, ¿seré bueno
o malo? Uno conoce sus defectos más
íntimos y a muchos nos parece que esas imperfecciones son suficientes para
decir “soy malo”. También conoce sus
buenas obras y esas obras le dicen “soy bueno”.
Pero ¿cuál es la realidad?
Objetivamente, los frutos de nuestros
actos son los que nos califican. Si
nuestros hijos “salen malos”, no toda la culpa la tiene la televisión y las
amistades de la calle. Si a nuestro negocio ya no quiere venir la gente, no
todo es culpa de la situación económica y de la competencia.
Si por el contrario, tenemos amigos
que nos quieren, si nuestros hijos son respetuosos y colaboradores, si nuestro
changarrito tiene ese “no sé qué” que hace que los clientes regresen, algo
bueno tenemos.
Ninguno de nosotros es totalmente
bueno (“sólo Dios es bueno”), pero algo bueno llevamos dentro. Reconocerlo no
es ser presumido, es agradecer a Dios ese don de bondad que Él nos regaló.
Hoy celebramos el santísimo nombre de
María: El nombre
de María simboliza una misión recibida desde su inmaculada concepción. Es la
princesa, la doncella, la Reina, la unión de Dios con los hombres.
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Evangelio según San Lucas 6,43-49.
Jesús decía a sus discípulos:
«No hay árbol bueno que dé frutos
malos, ni árbol malo que dé frutos buenos: cada árbol se reconoce por su fruto.
No se recogen higos de los espinos ni se cosechan uvas de las zarzas.
El hombre bueno saca el bien del
tesoro de bondad que tiene en su corazón. El malo saca el mal de su maldad,
porque de la abundancia del corazón habla la boca.
¿Por qué ustedes me llaman: ‘Señor,
Señor’, y no hacen lo que les digo?
Yo les diré a quién se parece todo
aquel que viene a mí, escucha mis palabras y las practica. Se parece a un
hombre que, queriendo construir una casa, cavó profundamente y puso los
cimientos sobre la roca. Cuando vino la creciente, las aguas se precipitaron
con fuerza contra esa casa, pero no pudieron derribarla, porque estaba bien
construida.
En cambio, el que escucha la Palabra
y no la pone en práctica, se parece a un hombre que construyó su casa sobre
tierra, sin cimientos. Cuando las aguas se precipitaron contra ella, en seguida
se derrumbó, y el desastre que sobrevino a esa casa fue grande.»
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