viernes, 14 de agosto de 2015

“Me suplicaste y te perdoné” (Mt 18,21-35.19,1.)

Evangelio según San Mateo 18,21-35.19,1.    
Comentario por David Quiroa

“Me suplicaste y te perdoné” 

Si Jesús siempre perdona, ¿por qué nos hace pedirle perdón? Aquí en esta parábola está claramente explicado: para que sintamos lo que sienten los que nos piden perdón a nosotros.

La mayoría de nosotros somos pecadores reincidentes. Pero a la hora que alguien nos ofende “ah, no, a mí una vez me la hacen, a la segunda no me dejo”. ¿En serio? ¿Qué sería de nosotros si Dios tomara la misma determinación?

Pedimos perdón en la misma medida que nosotros perdonamos. La misma, no otra. Y si Dios siempre perdona, ¿qué nos está queriendo decir?

El ejemplo de hoy, San Juan Berchams: desde niño fue muy piadoso y decía “si no llego a ser santo siendo joven, nunca llegaré a serlo” y se dedicó con todo empeño a santificarse. Murió a los 22 años.

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Evangelio según San Mateo 18,21-35.19,1.

Se adelantó Pedro y le dijo: “Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga? ¿Hasta siete veces?”.
Jesús le respondió: “No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.

Por eso, el Reino de los Cielos se parece a un rey que quiso arreglar las cuentas con sus servidores.

Comenzada la tarea, le presentaron a uno que debía diez mil talentos. Como no podía pagar, el rey mandó que fuera vendido junto con su mujer, sus hijos y todo lo que tenía, para saldar la deuda.

El servidor se arrojó a sus pies, diciéndole: “Señor, dame un plazo y te pagaré todo”. El rey se compadeció, lo dejó ir y, además, le perdonó la deuda.

Al salir, este servidor encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, tomándolo del cuello hasta ahogarlo, le dijo: ‘Págame lo que me debes’.

El otro se arrojó a sus pies y le suplicó: ‘Dame un plazo y te pagaré la deuda’. Pero él no quiso, sino que lo hizo poner en la cárcel hasta que pagara lo que debía.

Los demás servidores, al ver lo que había sucedido, se apenaron mucho y fueron a contarlo a su señor. Este lo mandó llamar y le dijo: ‘¡Miserable! Me suplicaste, y te perdoné la deuda. ¿No debías también tú tener compasión de tu compañero, como yo me compadecí de tí?’.

E indignado, el rey lo entregó en manos de los verdugos hasta que pagara todo lo que debía. Lo mismo hará también mi Padre celestial con ustedes, si no perdonan de corazón a sus hermanos”.


Cuando Jesús terminó de decir estas palabras, dejó la Galilea y fue al territorio de Judea, más allá del Jordán.

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