Evangelio según San Mateo
18,21-35.19,1.
Comentario por David Quiroa
“Me suplicaste y te perdoné”
Si Jesús siempre perdona, ¿por qué
nos hace pedirle perdón? Aquí en esta parábola está claramente explicado: para
que sintamos lo que sienten los que nos piden perdón a nosotros.
La mayoría de nosotros somos
pecadores reincidentes. Pero a la hora que alguien nos ofende “ah, no, a mí una
vez me la hacen, a la segunda no me dejo”. ¿En serio? ¿Qué sería de nosotros si
Dios tomara la misma determinación?
Pedimos perdón en la misma medida que
nosotros perdonamos. La misma, no otra. Y si Dios siempre perdona, ¿qué nos
está queriendo decir?
El ejemplo de hoy, San Juan Berchams:
desde niño
fue muy piadoso y decía “si no llego a ser santo siendo joven, nunca llegaré a
serlo” y se dedicó con todo empeño a santificarse. Murió a los 22 años.
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Evangelio según San Mateo
18,21-35.19,1.
Se adelantó Pedro y le dijo: “Señor,
¿cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga? ¿Hasta
siete veces?”.
Jesús le respondió: “No te digo hasta
siete veces, sino hasta setenta veces siete.
Por eso, el Reino de los Cielos se
parece a un rey que quiso arreglar las cuentas con sus servidores.
Comenzada la tarea, le presentaron a
uno que debía diez mil talentos. Como no podía pagar, el rey mandó que fuera
vendido junto con su mujer, sus hijos y todo lo que tenía, para saldar la
deuda.
El servidor se arrojó a sus pies,
diciéndole: “Señor, dame un plazo y te pagaré todo”. El rey se compadeció, lo
dejó ir y, además, le perdonó la deuda.
Al salir, este servidor encontró a
uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, tomándolo del cuello hasta
ahogarlo, le dijo: ‘Págame lo que me debes’.
El otro se arrojó a sus pies y le
suplicó: ‘Dame un plazo y te pagaré la deuda’. Pero él no quiso, sino que lo
hizo poner en la cárcel hasta que pagara lo que debía.
Los demás servidores, al ver lo que
había sucedido, se apenaron mucho y fueron a contarlo a su señor. Este lo mandó
llamar y le dijo: ‘¡Miserable! Me suplicaste, y te perdoné la deuda. ¿No debías
también tú tener compasión de tu compañero, como yo me compadecí de tí?’.
E indignado, el rey lo entregó en
manos de los verdugos hasta que pagara todo lo que debía. Lo mismo hará también
mi Padre celestial con ustedes, si no perdonan de corazón a sus hermanos”.
Cuando Jesús terminó de decir estas
palabras, dejó la Galilea y fue al territorio de Judea, más allá del Jordán.
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