lunes, 3 de diciembre de 2012


Evangelio según San Mateo 8,5-11
Comentario por: David Quiroa

 “Jesús quedó admirado” 

¿Qué podemos hacer nosotros que cause la admiración del mismo Dios?  El centurión lo logra con dos simples acciones:  una, preocuparse por la salud de un sirviente, y la otra, demostrar su fe ciega en Dios.

Los sirvientes en aquéllos tiempos eran poco más que objetos útiles en el hogar. Que un hombre poderoso se preocupara de uno en particular, muestra su sensibilidad humana, más allá de lo que hoy podemos llamar “justicia social”.

Y luego, que alguien que no compartía la religión de Israel pudiera creer en el poder del único Dios vivo, representa un salto de fe más grande de lo que hoy damos los que sí conocemos a Señor.

Admirable sin duda. Y a pesar de todo, nada que no  podamos hacer cualquiera de nosotros hoy mismo.

El ejemplo de hoy: San Francisco Javier. Misionero, quiso convertir a la gran nación china y aunque falló en el intento, dejó su vida en el camino para lograrlo.
---------------     

Evangelio según San Mateo 8,5-11

Al entrar en Cafarnaún, se le acercó un centurión rogándole: “Señor, mi sirviente está en casa enfermo de parálisis y sufre terriblemente”

Jesús le dijo: “Yo mismo iré a curarlo”.

Pero el centurión respondió: “Señor, no soy digno de que entres en mi casa; basta una palabra y mi sirviente se sanará. Porque cuando yo, que no soy más que un oficial subalterno, digo a uno de mis soldados que están a mis órdenes ‘Ve’, el va, y  a otro: ‘Ven’, él viene; y cuando digo a mi sirviente: ‘Tienes que hacer esto’, el lo hace”.

Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que lo seguían: “Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel que tenga tanta fe. Por eso les digo que muchos vendrán de Oriente y Occidente, y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob, en el Reino de los Cielos;

No hay comentarios:

Publicar un comentario